Todas las personas sabemos – o, al menos, deberíamos saber si somos docentes o estamos en el camino de serlo- que cada 20 N se conmemora el día de los Derechos de la Infancia.

En el Día Universal del Niño y de la Niña, el presente artículo pretende felicitar a TODAS Y A TODOS, pero de verdad, desde el corazón y con el compromiso que tenemos como acompañantes de sus primeros años de vida. Y, ¿por qué digo todo esto?

  • Porque, aunque no os lo parezca, seguimos mirando a la infancia como sujeto únicamente a proteger y no como portadora de derechos.
  • Porque, como ciudadanía adulta, se nos olvida que ellas y ellos también son ciudadanía de este presente, que no solo es nuestro, de los adultos, sino también de la infancia.
  • Porque seguimos mirándoles desde un pedestal, sin ponernos a su altura.
  • Porque todavía pensamos que son nuestros, que nos pertenecen, que son nuestros niños y niñas o nuestra infancia. No. Tienen entidad propia.
  • Porque tenemos interiorizado que son “menores”, y este es el término adultocéntrico que les define por antonomasia.

“Ya crecerás”, “Cuando seas mayor…”, “Dame a mí eso que tú no puedes…”

No hay más que abrir un poco los ojos y acentuar el oído para ver y escuchar, a diario, esto  y otros muchos casos que ejemplifican el modo peyorativo de nuestro trato para /con la infancia.

El día que una persona adulta deje de dirigirse a la infancia con reiterados “no puedes”,  esta será capaz de todo; de todo lo que se proponga.

Declaración de Derechos Humanos

Si nos remontamos a la Declaración de los Derechos Humanos (DUDH), en su artículo final, podremos leer: “Toda persona tiene deberes respecto a su comunidad […], toda persona estará sujeta a limitaciones con el fin de asegurar el respeto a las libertades y derechos de los demás”. ¿Y qué pasa con la Convención de los Derechos de la Infancia (CDN)? ¿Es que los niños y las niñas no tienen deberes para / con sus conciudadanos y /o convivientes? En ningún sitio aparece esta apreciación.

Es por ello, entre otros aspectos,  que yo siempre me planteo que la CDN, en ocasiones, está envenenada. Si los Derechos Humanos son de todas las personas, ¿por qué unos específicos para la infancia hechos por adultos? No quiero decir con esto que esté en contra. Para nada. Me alzo férreo defensor de la infancia y sus derechos. Con la infancia por bandera me muevo, pero la CDN necesita de una vuelta de tuerca para que no nos relajemos.

Se nos llena la boca de dar autonomía y de dotar de responsabilidades a la infancia, pero después vive sometida a lo que le “dejamos hacer” o no, a nuestras prisas, a nuestro excesivo control del tiempo sin respetar los suyos propios.

¿No es pues la CDN un acto de generosidad? Los derechos pueden – y deben- clasificarse en civiles, políticos y sociales. Te invito a la reflexión. ¿Cuáles de estos tres tiene la infancia?

¿Por qué tiene voz en un Consejo Escolar pero no voto? ¿Por qué decimos que me ayudan en casa, si la casa también es de ellas y de ellos? ¿No sería mejor “colaboran”? Démosles responsabilidades y dotémosles de sus derechos, pero de verdad. Deben decidir, desde que nacen. Si yo voy a un restaurante, ¿por qué pido yo por él? Si cuando salgo en familia cometo un “exceso” y pido algo para beber que en mi rutina diaria no consumo en casa, ¿por qué a él no le dejo? ¿Por qué le anulo cuando voy al médico y hablo del dolor que siente si es ella, mi hija, quien lo está sintiendo?

En palabras de Tonucci, “poner a los niños en política es hacer buena política”. La infancia es capaz y por supuesto que tiene que madurar. Dependerá pues de nuestro rol de guía y acompañantes en su proceso de madurez desde la escucha activa, desde el convencimiento absoluto de que pueden. Se dice que querer es poder. Os aseguro que, tras años y años de experiencia en políticas de infancia y facilitación de la participación infantil, la infancia quiere. Por lo tanto, puede. La barrera no está en la infancia sino en el adulto, en el modo de acompañar/enseñar, en el  contexto.

A nivel autonómico, en Comunitat Valenciana, y también estatal, tenemos normativas como la Ley de Derechos y Garantías de la Infancia, donde han sido los propios niños y niñas, mediante una metodología vertebradora, amigable y participativa, quienes han elaborado sus artículos. Es digno de valorar el trabajo de la Dirección de Infancia y Adolescencia que fue pionera en ver la necesidad de hacer una ley que afecta a la infancia, por ellas y ellos mismos.

¿Aún piensas que no pueden? ¿O es que te cuesta salir de tu zona de confort?

Ya por último, me gustaría lanzar una piedra y aplastar para siempre el término menor. Solo jurídicamente y a nivel de edad, con esa coletilla, son menores “de edad”. Cambiemos el término por el de infancia, como ya se está haciendo en muchas comunidades y como dice la ley. Ayudemos a los medios de comunicación a que usen un lenguaje inclusivo con la infancia. Démosles un toque de atención cuando se “equivoquen”. Son niñas, niños y adolescentes. No menores que nadie.

LEEDLES ESTO o, mejor aún, DEJAD QUE LO LEAN: ¡FELIZ DÍA!

Sergi Morales

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